Feb 2021 La importancia de conocer nuestra historia
Nada más llegar al hospital Valdecilla, procedente de Madrid, como médico adjunto de la UVI, tuve ocasión una noche de noviembre de 1974 a las tres de la madrugada, de conocer al Dr. Abilio García Barón, un cirujano muy prestigiado en la región, de quien yo solo había oído hablar muy bien, pero al que no conocía personalmente. Yo tenía 27 años y él 80. Había que operar a un paciente joven con un abdomen agudo y él estaba de guardia (¡). Yo estaba impresionado al ver en ese hombre tan mayor, su entrega y habilidad. Al terminar, a eso de las seis de la mañana, los dos sentados como abuelo y nieto, ya cansados, delante de un café me dijo: “ahora escribe muchacho: ¿qué nos ha enseñado este caso? “.
Desde entonces nunca olvidé repasar en cada circunstancia de la vida, lo que había aprendido de ella. Y nunca olvidé a ese maestro, para mí solo de un día, que resultó una vida, y que falleció tres años después.
Dicen que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Algo así parece que nos pasa a los españoles. La primera República (1873-1874) con su rebelión cantonal, intensa guerra civil, y sucesivos golpes de estado fue un absoluto fracaso. La segunda República (1931-1939) y la guerra civil española, con memoria histórica diferente en ambos bandos, también lo fue. Y ahora, después de una transición pacífica en 1978, con recuperación de la democracia plena, modernización, progreso económico y social y con integración en Europa, parece que algunos se empeñan en repetirlo, como si ello fuera la solución a tantos problemas. Por eso resulta necesario conocer la historia de las pandemias de nuestros antepasados. Tendremos una cada cinco años y no hemos de repetir los errores.
Una pandemia no se resuelve esperando la inmunidad de grupo, es decir conviviendo con el virus, si este es muy contagioso y mortal. En la Edad Media (1347- 1351) la peste negra acabó con el 80% de la población mundial con cerca de 200 millones de muertos. La viruela (1520-1980) con 300 millones. La mal llamada gripe española (se originó en USA) por virus H1N1 (1918/1920) con 50 millones. El SIDA (1981-presente) 40 millones de muertos…. Y eso sin contar otras decenas de pandemias con menor impacto.
Piensen ustedes en intentar resolver conviviendo con el virus Sars-Cov-2 una enfermedad como la Covid-19, en un mundo moderno con cinco veces más de población que hace cien años (somos 7700 millones de habitantes). En un año la Covid-19 ha infectado a 136 millones con 3 millones de muertos. Lógicamente a través de diferentes mutaciones del virus, el exterminio de nuestra sociedad sería extremo con más de 122 millones de muertos para alcanzar una inmunidad del 70% de la población.
Nuestros antepasados murieron por falta de desarrollo científico. Pero avanzaron la importancia científica de la observación. En1796 el doctor inglés Edward Jenner observó que las ordeñadoras inglesas que padecieron la viruela bovina nunca desarrollaban la viruela humana. Inoculó a un niño de ocho años un poco de materia infectada que obtuvo de pústulas de una persona que padecía la viruela bovina (variolización). El pequeño desarrolló una fiebre leve que desapareció a los pocos días. Unos meses más tarde, Jenner puso en práctica la prueba definitiva para erradicar la epidemia. Volvió a inocular al niño, pero esta vez con viruela humana para comprobar si desarrollaba la enfermedad. El niño, estaba inmunizado y no contrajo la enfermedad. Posteriormente repitió la experiencia con éxito, en otros 24 niños incluido su propio hijo.
En esta lucha por erradicar la viruela hay dos personajes españoles muy relevantes: el Dr. Balmis y la enfermera Isabel Zendal. Las observaciones del Dr. Jenner indicaban que en el lugar en el cual se había introducido el líquido, el receptor desarrollaba pústulas; y el líquido que se acumulaba podía extraerse y emplearse para administrar nuevas vacunas. Pero desgraciadamente el virus no podía conservarse por falta de técnicas de refrigeración y en el continente americano no había vacas para variolizar. Por ello en 1803, Carlos IV, aconsejado por Balmis, mandó organizar una expedición para extender la vacuna a todos los dominios de Ultramar (América y Filipinas). La intención era asimismo establecer Juntas de Vacunación en las ciudades visitadas que garantizasen la conservación del fluido y la vacunación a las generaciones futuras. Junto a la enfermera Isabel Zendal, a bordo de la corbeta María Pita embarcaron a un grupo de 22 niños no vacunados. A dos de ellos se les inocularía el virus y se los separaría del resto. Después se les extraería líquido de sus pústulas, destinado a los siguientes dos niños, y así sucesivamente hasta llegar a Sudamérica. En 1980, la viruela fue declarada oficialmente erradicada siendo la primera enfermedad superada a escala mundial.
El segundo avance se produjo casi un siglo después. En 1885, Louis Pasteur observó que la médula espinal de los conejos que habían sido inoculados experimentalmente con el virus de la rabia ya no infectaban después de 15 días de desecación. En julio de 1885, Joseph Meister, un niño de 9 años que 2 días antes fue mordido por un perro con rabia, visitó el laboratorio de Pasteur. Usando una serie de inoculaciones con suspensiones de médula espinal de conejo desecada, Pasteur salvó la vida de Meister. La rabia, una enfermedad con una mortalidad de prácticamente al 100%, ahora se podía prevenir después de la exposición. Pasteur abrió la puerta a las vacunas elaboradas con virus inactivados. Durante el siglo XX, éxitos notables que se basaron en el virus muerto sirvieron como la vacuna de la gripe, de la polio o hepatitis A. Finalmente el tercer avance fue conseguir virus atenuados capaces de inmunizar pero no infectar. Max Theiler (1937) atenuó el virus de la fiebre amarilla y la segunda mitad del siglo XX fue testigo de una explosión de vacunas de virus vivos atenuados desarrolladas utilizando su técnica.
El mundo científico se había preparado para resistir pandemias pero el hallazgo de una vacuna eficaz requería cerca quince años desde la llegada de la infección. Y a finales de 2019 nos llegó el Sars-Cov-2.
¿Tendríamos que esperar quince años y decenas de millones de muertos? Somos generaciones privilegiadas. Lo veremos